martes, septiembre 22, 2015

Leí en estos días un enfoque de El País de Madrid aseverando que la TV tiene menos credibilidad que la prensa escrita y la radio que son los espacios donde la gente encuentra una mayor sensación de confianza. En Paraguay, por el contrario, la pantalla chica le da al público una sensación de mayor credibilidad y creo que se debe a que por existir menos índice de analistas intermediarios entre la información y el público, hay un vínculo más directo entre los acontecimientos y la gente.

En otros países la información es más editada. El presentador tiene más importancia ya que narra más los hechos. En la TV paraguaya quien más narra el caso es el protagonista y el público tiene acceso a su propia expresión, sus gestos y lo ausculta directamente a él.
El modo de hacer televisión en Paraguay hace que el público tenga esa aproximación. Asimismo, la cultura audiovisual ha dejado atrás a la escrita.

Histrionismo
Otra cosa, en el exterior los políticos están entrenados para enfrentar las cámaras y ensayan incluso perfiles y gestos. Se capacitan para dar credibilidad a sus facciones y son expertos en mostrar serenidad y certeza.
Pueden estar diciendo una gran mentira pero sobre la plataforma de un rostro angelical. Estudian y practican para ello.
En Paraguay no se ha llegado a algo así y entonces, la mentira aparece nítidamente expresada en el rostro del mentiroso que no se ha capacitado para poner careta donde la cara lo puede delatar. Es cierto que hay autodidactas pero en menor escala.
En líneas generales la prensa sea escrita, oral o televisada ha perdido credibilidad fundamentalmente debido al entramado de intereses con la que se vincula empresarial o políticamente o ambas cosas a la vez pero justamente el hecho de que la TV permita ver el rostro de quien habla, le da al público la posibilidad de escudriñarle al entrevistado y determinar si es o no convincente.

viernes, septiembre 11, 2015

La vida privada del Presidente, es de interés público

Con el escándalo Clinton-Lewinsky quedó claro que un jefe de Estado no tiene vida privada. Todo lo que hace, refleja su estilo, su personalidad, su compromiso. El hecho de que una nación sea potencia mundial o no, no cambia las cosas. Lo que el Presidente haga o cómo viva el Presidente, importa a todos.
No se trata de burlarse de situaciones que pueda enfrentar quien gobierna la nación sino de preservar que no existan factores distractivos que eventualmente podrían torcer sus decisiones. En una sociedad como la nuestra en la que siempre estamos prestos a tirar la primera piedra, debemos reconocer que a los últimos presidentes colorados, les ha costado gobernar el país.
Es todo un tema de estudio pero apartar los objetivos nacionales de la maraña de intereses sectoriales, familiares y personales del interior partidario, ha sido una permanente e intensa lucha de presión y contrapresión que ha acabado con la salud de los jefes de Estado.
A pesar de lo que como consecuencia del canibalismo político pueda decirse, hay un proceso equilibrado en el Paraguay que tiene sus manifestaciones más notorias en la inflación moderada, el crecimiento económico razonable en un problemático contexto regional y mundial. Hay una interesante dinámica de inversiones foráneas en nuestro país y somos referentes internacionales en varios rubros al punto de darse hechos casi inexplicables como el envío de reses por avión con el propósito de replicar el éxito ganadero paraguayo de la manera más fiel y rápida posible.
Debemos cuidar este proceso y ello implica cuidar a nuestro Jefe de Estado. Es contraproducente y peligroso destruir procesos. Ya sabemos los costos de interrumpirlos. Nos distraen, nos frenan, nos estancan.
Cuando se trata del Presidente de la República y sabemos que hay buitres a su alrededor; personas que se acercan al poder para obtener beneficios, es un riesgo que con astucia, ellos aprovechen el momento de vulnerabilidad para hacer firmar un decreto favorable, por ejemplo. Por eso es que la sobriedad de un político, es de interes público.
Podemos entender las enormes coacciones y tentaciones que acosan al administrador de la República pero todos debemos contribuir a que su labor no sea insalubre. Cuanto más paz tenga, mejor gobernará. Sin embargo, es preciso que se empiece por el lado del Presidente y su familia.
Que el mismo esté rodeado de asesores correctos y que la ciudadanía tenga la información de que si enfrenta dificultades de salud, el Presidente ha decidido enfrentarlas de un modo serio. Es de ese modo que andaremos el camino correcto.
El camino que todos queremos para la nación.