Lo que acontece en Carancas, altiplano peruano cercando a la frontera con Bolivia es digno de analizarlo desde la óptica de la corrupción originada en la política y no es un fenómeno meramente altiplanico sino que más extendido. Ahí los vecinos están vendiendo por su cuenta, restos de un aerolito que cayó no hace un mes, a los cazadores de basura interestelar para desesperación de la comunidad científica peruana.
El cráter tenía agua en una zona muy seca como pueden apreciar en la foto y se calcula entonces que la roca viajera habría rejuntado líquido en su paseo errático por el espacio exterior hasta que la Tierra se interpuso en su camino y cayó en un desierto. Menos mal porque obviamente otro hubiera sido el cuadro si caía en un estadio de fútbol.
El hielo que acompañó a la piedra, sin evaporarse a su entrada a la Atmósfera, dejó ahí un charco y los pobladores cercanos, dijeron que luego de la caída sufrían mareos y vómitos. Los especuladores más dramáticos hablaron de una contaminación radiactiva o tóxica, debido a la presencia de sustancias desconocidas que ameritaban poner a los vecinos en cuarentena para evitar que el mal venido de las oscuridades del firmamento, se contagiara a los demás terrícolas, vale decir, nosotros.
Sabios exagerados y moderados
Otros sabios más equilibrados dijeron que los vómitos y mareos podrían deberse a que en su desplazamiento por el cielo peruano a una velocidad muy superior a la permitida por las normas aeronáuticas, pudo haber producido sonidos no audibles que generaron vibraciones sentidas por el organismo de esos peruanos que terminó reaccionando de ese modo.
Pero todo eso es pavada ante lo que les queremos comentar. En todo el mundo, existen cazadores de meteoritos y recorren el planeta para comprar por moneditas, pedazos de piedra que tienen el valor de venir de muy lejos. Estos cazadores no son como el “Almacén San Andrés, compra a cuatro y vende a tres”. No.
Se aprovechan de que los caranqueños no tienen una visión universalista de la vida y no conocen ni les interesa la existencia de púlsares y quásares y mucho menos se interesan en los agujeros negros del cielo, porque están más preocupados en los agujeros negros de su economía.
Meteórica corrupción
Bueno, como los caranqueños saben que los políticos venden bienes públicos para enriquecerse ilegalmente, ellos ni cortos ni perezosos se apropiaron del meteorito y comenzaron a vender partículas del mismo. Michael Farmer (foto), un norteamericano que se fue hasta el lugar a comprar pedregullo interestelar, contó que pagó 1.000 dólares por unos 300 gramos de meteorito. Farmer es un señor que se dedica justamente a la compra-venta de meteoritos, una actividad que le reporta pingues ganancias.
Imagínense que si pagó 3 dólares por gramo, lo venderá a 50 dólares por gramo, lo que nos habla claramente de lo rentable que resulta el negocio.
El aerolito es –dicen ahora los políticos peruanos- un patrimonio nacional pero se olvidan de que muchos de ellos han vendido muy frecuentemente otros patrimonios nacionales o se los han robado. Sólo que ahora no fueron ellos los realizadores del negocio sino que los vecinos de Carancas que deben saber que si no actúan con celeridad, vendrán los detentadores del poder a adelantárseles.
Farmer cuyo negocio es promovido en su web (
http://meteoriteguy.com/) cuando se entera de que cayó un meteorito se transforma y le aparecen signos de dinero en los ojos como si fuera Tio Rico McPato. Lo cierto es que el norteamericano salió de Perú con un cargamento de piedras venidas de las inmensidades del espacio, para bronca de Ronald Woodman, presidente del Instituto Geofísico de Perú quien dijo que los cazadores de meteoritos, perjudican futuras investigaciones.
Tal vez no. Sólo que los investigadores deberán pagarle a Farmer y sus amigos, más dinero del que pensaban invertir. Pero no nos vengan con que es consecuencia de la picardía latinoamericana.
Así vendieron el Muro de Berlín
Estas cosas ocurren también en el Primer Mundo. No olvidemos que los berlineses vendieron pedazos de mampostería del Muro de la Vergüenza y cuando se les agotó, no tuvieron vergüenza en vender pedazos de mampostería de otros edificios al precio del histórico muro berlinez.
Claro, como son del Primer Mundo, lograron vender más caro esa mezcolanza de hormigón hecho por hombres que los propios guijarros venidos de los confines del firmamento.
Hay que celebrar que a la NASA, no se le ocurrió aún recaudar fondos para futuras misiones espaciales, poniendo en venta los pedazos de Luna que las Apolo trajeron de allá.